Es conocida en el budismo como una planta que puede traer la iluminación; a pesar de que crece en el barro de los pantanos, la flor siempre emerge, flotando pura y limpia.
También representa el sol y la rueda del nacimiento y del renacimiento, ya que sus pétalos se abren al amanecer y se cierran cuando oscurece.
La flor de loto se asociaba con la diosa Neferetí y el dios del sol Ra, que a veces se ilustraba como un niño acostado sobre una flor de loto. Los capiteles de las columnas egipcias se tallaban a menudo en forma de loto, tanto en capullo como en plena flor.
Uno de los emblemas más antiguos del arte asiático es el loto, que simboliza la creación y la pureza. Su largo tallo es el cordón umbilical que une al hombre a su origen mientras que su perfecta flor representa la iluminación y la pureza a la que aspira el alma humana.
La flor del loto sagrado es el símbolo nacional de la India, suele asociarse a Maha Lakshmi, diosa de la abundancia.
Según la mitología hindú, Buda apareció flotando sobre una enorme hoja de loto, y siempre se le representa sobre un pedestal con la forma de esta planta.
En La Odisea, Ulises y su tripulación desembarcan en la isla de los comedores de loto. En la península Ibérica se han encontrado restos arqueológicos con forma de loto, en yacimientos sevillanos del periodo de Tartessos (750-550 a.C.).