Uso esotérico
Además del interés terapéutico, se le atribuyen propiedades mágicas y fue muy usado en la composición de pócimas y elixires.
Especies
Al hablar de Sangre de Drago, generalmente se hace referencia a la especie Croton Lechleri Müll Arg., la de uso más extendido, aunque desde la antigüedad se ha usado el mismo nombre para referirse a otras especies con propiedades similares de los géneros Daemonorops, Dracaena y Pterocarpus, principalmente:
Asia y Socotra: Daemonorops draco (Willd.) Blume de la familia Arecaceae.
Islas Canarias, Madeira, Marruecos y China: Género Dracaena, de la familia Asparagaceae.
América del sur: Género Pterocarpus, de la familia Fabaceae.
Uso tradicional
La Sangre de Drago contiene el alcaloide taspina.
La sangre de drago ha sido utilizada durante siglos por las tribus indígenas de la Amazonía como una medicina natural.
Una de las aplicaciones más comunes de la sangre de drago es su uso como cicatrizante para tratar heridas, quemaduras y úlceras. Se aplica tópicamente sobre la piel afectada para ayudar en la regeneración de los tejidos y prevenir infecciones. También se ha utilizado para tratar enfermedades de la piel como el acné, la dermatitis y la psoriasis.
Otro uso medicinal de la sangre de drago es como antiinflamatorio natural. Se ha utilizado para aliviar el dolor y la inflamación.
Sus propiedades antimicrobianas pueden ayudar a combatir bacterias, virus y hongos.
Antiinflamatorio: La sangre de drago contiene compuestos antiinflamatorios que pueden ayudar a reducir la inflamación y el dolor.
Antiviral: La sangre de drago puede ser efectiva contra algunos virus.
Cicatrizante: La sangre de drago tiene propiedades cicatrizantes y es usada para tratar heridas, quemaduras y úlceras en la piel. Al aplicar la resina en la piel, se forma una capa protectora que ayuda a prevenir la infección y promueve la curación de la piel. Los principios activos que participan en este proceso son la taspina y los polifenoles (catequina y proantocianina).
El lignano (3’- 4-O-dimetilcedrusina), también interviene en la cicatrización y lo polifenoles por la acción secuestradora de radicales libres que estimulan la contracción de la herida. La acción antibacteriana de los polifenoles contribuye al proceso de cicatrización.
Antioxidante: La sangre de drago contiene antioxidantes que ayudan a proteger las células del daño causado por los radicales libres.
Analgésico: La sangre de drago tiene propiedades analgésicas que pueden ayudar a aliviar el dolor.
Mejora la salud bucal: La sangre de drago se utiliza en la medicina tradicional para tratar problemas dentales como la gingivitis, la periodontitis y la halitosis. Se aplica directamente sobre los dientes y las encías para aliviar el dolor y reducir la inflamación.
Tratamiento de enfermedades de la piel: La sangre de drago se utiliza para tratar una variedad de enfermedades de la piel, incluyendo eczema, psoriasis y herpes. Se aplica directamente sobre la piel afectada para reducir la inflamación y acelerar la curación.
Actividad antimicrobiana por la presencia de polifenoles, poliacetilenos, flavonoles, terpenoides, esteroides, alcaloides, propóleos, ácido clorequínico, las coberinas A y B y el 1,3,5- trimetoxibencen.
La actividad antibacteriana se debe a los compuestos fenólicos, flavonoides, antocianinas.
Contiene proantocianinas, el componente que le da el color rojo.
Historia
Mitología Griega
El árbol del Drago toma su nombre del dragón que vigilaba las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides, propiedad de la diosa Hera, esposa de Zeus.
Algunos sitúan Jardín de las Hespérides en las Islas Afortunadas, nombre con el que se conoce a las Canarias desde la Antigüedad. En este jardín mágico había un manzano, que había regalado Gea a Hera en su boda con Zeus, cuyos frutos dorados otorgaban la inmortalidad a quienes los comían. Estaban custodiados por un dragón de cien cabezas que nunca dormía, llamado Ladón.
Heracles, en su undécimo trabajo, que consistía en robar las manzanas de las Hespérides, acabó con la vida del dragón de un certero flechazo y de cada gota de sangre que brotó de las heridas de Ladón nacieron los dragones o los árboles llamados dragos.
Estos árboles-dragón fueron llamados Dragos; en honor al dragón. Su grueso tronco, del cual surge un racimo de ramas retorcidas, también recuerda a las cien cabezas de Ladón, mientras que la resina roja que se desprende de su tronco es conocida como sangre de drago.
Heracles fue el único que logró robar las manzanas. Tiempo después la diosa Atenea las devolvió al Jardín de las Hespérides.
Mitología Romana
Plinio el Viejo
Según Plinio, la sangre de drago era sangre vertida por el legendario basilisco que perdió la vida en la lucha mortal sostenida con un elefante. En su historia natural denomina a la sangre de drago sanguis draconis, y cuenta sobre ella: «es la sangre de dragón aplastado por el peso de un elefante al morir, mezclada la sangre de ambos animales».
Posiblemente, el suceso proviene de la mitología india, donde se narra la lucha encarnizada entre Brahma, el creador, y Shiva, el destructor, que adoptan la forma de un elefante y una cobra; esto también lo insinúa Plinio, que se refiere a la India como origen de esta sustancia.
Canarias
La sangre de drago formaba parte de los ungüentos que utilizaban los guanches (Antiguos aborígenes de la isla de Tenerife, en Canarias, quienes la habitaban antes de la conquista castellana en 1496) en el proceso de la momificación,aunque no se han encontrado evidencias arqueológicas que lo confirmen.
En el siglo XV, la sangre de drago ya se comercializaba en Europa. A mediados del siglo XIV, cuando se establecen los primeros contactos modernos entre navegantes europeos y aborígenes canarios, la cotización de la sangre de drago estaba en alza y su comercio era muy rentable, al igual que el de esclavos, las conchas marinas, las pieles curtidas y la orchilla, un liquen usado como tinte muy abundante en los acantilados costeros de Canarias.
El proceso para extraer la savia debió influir en la decadencia de estos árboles, ya que se obtenía realizando cortes demasiado profundos en el tronco, lo que les hacía vulnerables a bacterias, hongos y larvas de insectos. A finales del siglo XVI, la mayoría de los dragos habían sido sangrados y apenas sobrevivían algunos ejemplares, muchos de ellos en riscos inaccesibles.
Sur América
Cristobal Monardes
Los autores griegos y romanos hablaron muchas veces de “sangre de dragón” para referirse a una sustancia de color rojo muy valiosa, pero no precisaron a qué se referían con ese nombre.
Los comerciantes continuaron vendiéndola, aunque sin saber si la “sangre de dragón” de la que hablaron los autores clásicos tenía origen animal, vegetal o mineral. Podía ser incluso una sustancia mixta, como había descrito Plinio el Viejo.
Entre 1565 y 1574, Cristóbal Monardes, médico de Sevilla, publicó en tres partes su Historia medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales. En la segunda parte se refiere al drago (Edición de 1574). Comienza con el título, «El dragón» y un dibujo del fruto del árbol, entero y en corte transversal, que muestra dentro un pequeño dragón.
El pasaje es el siguiente:
Después de haber escrito lo suso dicho, vinieron las dos flotas, la una de Tierra Firme y la otra de Nueva España. Y en la de Tierra Firme venía el obispo de Cartagena, varón religiosísimo y docto y muy curioso en estas cosas, el cual me buscó luego en llegando, porque estaba aficionado al libro que hicimos de esta materia herbaria.
Yo le fui a visitar, y hablando en muchas cosas de hierbas y plantas que hay en su diócesis, venimos a tratar de la sangre de drago, que se saca muy fina y en toda perfección en aquella tierra, y díxome: «Yo traigo el fruto del árbol de donde sacan la sangre de drago, que es cosa maravillosa de ver, porque es como un animal». Yo lo quise ver y abrimos una hoja de esta simiente, y, abierta la hoja, apareció un dragón hecho con tanto artificio que parecía vivo: el cuello, largo, la boca abierta, el cerro en erizado con espinas, la cola larga y puesto en sus pies; que, cierto, no hay nadie que lo vea que no se admire de ver su figura, hecha con tanto artificio que parece de marfil, que no hay artífice tan perfecto que mejor lo pueda hacer.
En viendo que lo vi, se me representaron tantas opiniones y tan varios paresceres como tuvieron acerca de esto los antiguos, así griegos como latinos y árabes, diciendo mil desatinos para querer atinar a enseñarnos por qué se decía sangre de drago: unos diciendo que se dice porque, /92 degollado un dragón, se coge aquella sangre y se confecciona con ciertas cosas, y por esto la llaman sangre de drago; otros dicen que es sangre de un elefante ahogado, con otras cosas; otros, que es género de bermellón; otros, que es çumo de syderitis, hierba muy pequeña y su çumo muy verde; otros, que es çumo de una raíz de una hierba que se llama draconcio, y por eso la llaman sangre de drago. Esto dicen los antiguos y muchos /92b más desatinos que será largo escribir.
Los modernos, siguiendo esta misma ignorancia, como lo suelen hacer en las cosas que están dubdosas, porque su oficio es no decir nada de nuevo, sino es en lo claro y manifiesto, que en lo dubdoso y difícil así se lo dexan como lo hallan.
Todos ellos desvarían, como hicieron los antiguos. Pero el tiempo, que es descubridor de todas las cosas, nos ha descubierto y enseñado qué sea sangre de drago y por qué se dice así: y es por el fructo de este árbol y que echa9 de sí esta lágrima, a modo de sangre, que es el fructo que diximos. El cual es un dragón, formado como lo quiso producir /93 naturaleza, de do tomó muy a la clara el nombre el árbol.
Porque común cosa es tener los árboles denominación de sus fructos, por el cual rescibió su nombre este maravilloso árbol, y nos quitó, con ver el fructo que lleva, hecho un dragón, de tantas dubdas y tantas confusiones como vemos que escriben los antiguos y los modernos.
Y de aquí adelante estaremos certificados qué sea sangre de drago y por qué se dice sangre de drago, pues su fructo da el nombre al árbol y a la goma y lágrima que de él sale, la cual traen excelentísima de Cartagena, que se hace por incisión dando unas cuchilladas en el mismo árbol, que, con ser árbol de /93b muncha grandeza, tiene la corteza muy delgada, que con cualquier cosa se abre.
Ansí mismo se hace no tan buena al modo como se hace la trementina en Castilla, que se vende en panes. La una se llama sangre de drago de gota, y la otra sangre de drago en pan.
La una y la otra tienen virtud de retener cualquier fluxo de vientre, puesta en el vientre o echada en clisteres y tomada por la boca. Hecha polvos y echados en la mollera, prohíbe los corrimientos de la cabeça a las partes inferiores. Aplicada en cualquier fluxo de sangre, lo retiene y estanca.
Consuelda y conglutina las llagas frescas y recientes. Prohíbe que se caigan los /94 dientes y hace crecer carne en las encías corroídas. Es color maravilloso para los pintores. Y sin estas tiene otras munchas virtudes. Yo pienso sembrar la simiente para ver si nascerá en estas partes. Tiénese por templada la sangre de drago con poco calor.
Hoy sabemos que ni el árbol de Cartagena de Indias ni ningún otro conocido tienen semillas o frutos con maravillosa forma de dragón, por lo que la seguridad de Monardes resulta desconcertante.
El nombre que da siempre a la resina o lágrima extraída del árbol «sangre de drago» (no «sangre de dragón») traía naturalmente a la memoria el árbol de Canarias (Dracaena draco), cuyo nombre «drago» está atestiguado desde el siglo XV.
En el texto, se hace referencia a Cartagena [de Indias], y las dos flotas mencionadas son las agrupaciones de barcos mercantes escoltados por naves de guerra que hacían las rutas regulares de ida y vuelta entre España y América, para proteger a las naves mercantes de los ataques de piratas y corsarios.
Monardes no da el nombre del obispo de Cartagena que vino en la flota de Tierra Firme, pero indica que esa llegada ocurrió cuando él tenía ya escrito lo anterior. Como su libro se publicó en 1572, el prelado debe de ser el quinto en aquella diócesis, el doctor Juan de Simancas, cordobés y colegial de Bolonia, quien después de haber ejercido allí su cargo durante diez años, enfermó y volvió a España, donde murió en 1570.
Del relato se deduce que el árbol del que hablaron no era el canario, sino otro procedente de América del Sur, que estaba plantado en la diócesis del obispo.
Juan Simancas escribió que existía, efectivamente, una resina llamada sangre de drago de Cartagena, la cual se extraía de Pterocarpus officinalis Jacq., Pterocarpus draco L.
En la noticia de Monardes, sin embargo, todo el énfasis está puesto en la maravillosa forma de las semillas. Intrigado por lo que le contaba el prelado, pidió verlas y se maravilló de encontrar allí un dragoncillo formado con tanto arte que pareía una figurilla de marfil.
Su descripción y el dibujo que la acompaña muestran con toda claridad que usa el vocablo «dragón» no en el sentido de gran serpiente, que tenía en los textos clásicos, sino en el que era ya habitual en su época para denominar el animal fabuloso con cuerpo de reptil y patas.
Habiendo contemplado la semilla con forma de dragón, para Monardes era natural que la resina color sangre que brotaba, cuando se hacía una incisión en la corteza del árbol, se llamara «sangre de drago»
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En 1572, publicó en Madrid el médico y cirujano de Felipe, Juan Fragoso, una obra que trataba un tema semejante al que acababa de abordar Monardes: El Discurso de las cosas aromáticas.
Estos años pasados enviaron de las Canarias a su Majestad unos arbolicos, a mí parecer algo semejantes a palmas, que llamaban dragonales, y, puestos en sus jardines, perecieron, por más que los regalaron. Truxeron juntamente el fruto, que es a manera de una silicua o hollejo, a do está encerrada la semilla. El cual abierto, aparece luego un dragón con cuello largo, la boca abierta, el cerro erizado y la cola larga. De do consta la ignorancia de los antiguos y de muchos modernos, que nunca atinaron ni alcançaron a saber qué fuese sangre de drago y por qué se dixese, ni conociendo la planta ni la etimología del nombre.
Después acá está sabido criarse estos árboles en tierra firme, de donde sale por incisión aquella goma llamada vulgarmente sangre de drago en lágrima, que algunos tienen por cierto ser el verdadero cinabrio de la Antigüedad.
Véndese comúnmente otra sangre de drago sofisticada y artificial, que se hace de Brasil y resina o con mezcla de alguna goma, la cual se distingue de la verdadera en que la falsa se deshace en el vino o en aguardiente, lo que no acontece a la buena.
En cuanto a la figura del dragón dentro de la semilla, Fragoso expone lo mismo que Monardes. Aunque Fragoso no menciona a Monardes, parece tenerle presente e incluso querer corregirle.
El árbol cuyo fruto encierra la figura de un pequeño dragón, el árbol del que se saca la «sangre de drago», era ya conocido en Madrid desde hacía años, porque se habían enviado algunos ejemplares de Canarias para los jardines reales.
En 1601 se publicó en Estrasburgo la traducción al latín del libro de Fragoso por obra de Israel Spach, médico, doctor por la universidad de Tubinga y profesor en Estrasburgo, de donde era natural. Él mismo señala en el prefacio que se había limitado a revisar y ordenar la versión inédita de otro: «Louis Demoulins de Rochefort, noble francés de Blois, médico favorito que fue de Margarita de Valois, hermana de Francisco I, rey de Francia, y consejero de Manuel Filiberto de Saboya».
Es claro, pues, que la obra del médico español de Felipe II interesó enseguida a su colega francés, el cual emprendió́ la traducción al latín muy poco después de su publicación. Demoulins de Rochefort vivió entre 1515 y 1582.
La Margarita de Valois mencionada es la famosa autora del Heptamerón, más conocida como Margarita de Navarra o Margarita de Angulema.
El Manuel Filiberto de Saboya mencionado en la obra, fue gobernador de los Países Bajos y mandó el ejército del rey de España en la batalla de San Quintín.